«La obra y la instalación de la maquinaria fue algo trabajoso, pero el proyecto estaba bien armado», afirma Pérez. «Eso ayudó también a que todo el tema de trámites y permisos fuera bastante sencillo. Todos los inspectores que tenían que pasar por aquí han pasado y han dado el visto bueno». En junio estaban probando la maquinaria y en poco tiempo, haciendo las primeras pruebas de producto, «que salía bebible, pero no era lo que queríamos hacer. Encontramos ese punto que buscábamos y ya hemos hecho 1.000 litros de cada una de las tres cervezas. Pueden probarse en algunos bares de Irun (Estebenea, Cervecería Bulevard), Hondarribia y Donosti; tenemos distribuidores que las están llevando a tiendas especializadas y cervecerías vascas y de Madrid y Barcelona», apunta Arrecubieta. «En unas semanas tendremos ya los siguientes tres mil litros de producción preparados», adelanta.
Pero no sólo de eso vive una industria como ésta. «Muchas marcas artesanales, en realidad, no tienen producción. Tienen una receta y piden a una fábrica industrial que se la haga. Ya tenemos varios acuerdos en esa línea. También algunos contactos con el sector gastronómico y con algún bar para hacer tiradas específicas para ellos…» Muchas salidas a las que suman una más, que llegará «en la segunda semana de octubre», afirma Arrecubieta. «La parte de producción del pabellón está a pleno rendimiento, pero estamos terminando de preparar una parte de cata y degustación donde la gente pueda venir, probar y, si le gusta y quiere, comprar. Un poco al viejo estilo, como eran las sidrerías o como yo mismo he conocido negocios en la calle Santiago cuando era pequeño», cuenta Iñigo Pérez.
La cerveza está de moda, pero eso ha hecho que la competencia sea, a su vez, mayor que nunca. «Al final, si haces las cosas bien, te acabas creando un hueco. Tenemos confianza en nuestro producto. Es una cerveza artesanal de estilo americano pero retocada para que guste aquí, donde ese estilo no es tan común».



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