Julia Tellechearekin lore artean

Sentitzen dugu, baina sarrera hau %LANG-z:, : eta % bakarrik dago.

«Parece una locura, pero hay que fijarse en qué piden las flores»

Fuente: YLENIA BENITO BIDASOANDV@GMAIL.COM
Julia Tellechea en su nuevo taller floral trabajando para un encargo. / F. DE LA HERA

Julia Tellechea en su nuevo taller floral trabajando para un encargo. /F. DE LA HERAEn la Edad Media las familias reales de Inglaterra y Francia comenzaron a cultivar los jardines venenosos. Lo hacían para poder eliminar con elegancia y sutileza a sus enemigos. Hoy en día solo queda uno de esos jardines en los que las flores no dan vida, te la quitan. Está en Inglaterra y es propiedad de la duquesa de Northumberland. Jane Percy, así se llama la duquesa, creó en 2005 ‘The Poison Garden’ después de recolectar todas, o casi todas, las plantas que suponen un peligro mortal para los humanos. Pasear por las catorce hectáreas del Castillo de Alnwick es toda una amenaza, todo lo contrario que asomarse al pequeño ‘castillo’ de Julia Tellechea. No es duquesa, ni posee hectáreas llenas de flores, pero sabe tanto sobre ellas que podría tenerlas y podría serlo. En el taller floral de Julia Tellechea no hay veneno, pero sí el peligro de querer llenar tu casa, tu boda o tu evento de preciosas flores y plantas.

-¿Cuándo te ‘envenenaste’ tú con las flores, Julia?

-(Risas) Debió de ser cuando era muy pequeña. De pequeña ya andaba siempre con flores en las manos. Recuerdo que cuando volvía del cole a casa, siempre me paraba en un jardín que hacía esquina y cogía flores.

«Hice mis prácticas y trabajé cuatro años en Endanea y, sin duda, es donde más he aprendido.»«No sólo trabajo para bodas, también hago encargos para eventos o para cosas de decoración»

-¿A quién se las robabas?

-(Risas) ¡No, no las robaba! Prometo que cogía solo las que sobresalían de la verja. ¿Pero sabes lo mejor de esta historia?

-Cuenta…

-Después he sabido que ese jardín era de un proveedor holandés. ¡Por eso tenía flores tan bonitas!

-Menudo ojo el tuyo, ¿qué hacías después con las flores?

-Poca cosa, las llevaba a casa y hacía mis pequeños ramos.

-La semilla plantada y el veneno en el cuerpo. ¿Cuándo te das cuenta de que puede ser una profesión?

-Fue en el momento de elegir la carrera, al acabar el BAC en Francia.

-Y elegiste…

-Iba para maestra. Iba a estudiar educación infantil, pero fue mi padre el que me animó a cambiar de idea.

-¿Cómo?

-Llegó una amiga de los aitas que había estado en Barcelona haciendo un curso sobre flores o algo así. Estaba encantada, nos contó que había sido súper creativo y que le había gustado muchísimo. Fue entonces cuando mis aitas me dijeron: «Julia, a ti siempre te han gustado las flores, ¿por qué no te lanzas?»

-«Mamá, quiero ser artista», pero al revés.

-(Risas) ¡Desde luego! Mis padres nos han animado siempre a mis hermanas y a mí a hacer lo que más nos gustara. He tenido mucha suerte.

-¿Rumbo a Barcelona, entonces?

-Efectivamente. Nos informamos bien y vimos que en Barcelona había un grado superior, así que me mudé a Barcelona para estudiar.

-Nada de libros, todo flores.

-Libros también teníamos. Teníamos clases prácticas de ramos y así, pero también estudiábamos historia del arte para saber de dónde viene la cultura de las flores, el estilo de cada época, nomenclaturas, algo de paisajismo y jardinería… ¡Y algo de informática!

-¿Flores 2.0?

-(Risas) Nos enseñaron a preparar presupuestos y ese tipo de cosas. Las flores y las plantas también tienen su papeleo.

-La burocracia de las flores…

-Era lo menos divertido de todo, pero estud

ié súper a gusto. Yo nunca he sobresalido como alumna, pero allí me gustaba lo que estudiaba, así que no me costaba nada aprenderme los nombres de las flores y todo lo demás. Lo pasé genial, fueron años estupendos.

-Pero decidiste volver…

-Sí, pedí hacer las practicas aquí, en Endanea. Trabajé allí durante cuatro años y es donde más he aprendido, la verdad. Allí es donde surgió la idea de enfocar un negocio de flores, pero no un negocio tradicional en el que haya flores todos los días.

-¿Quién plantó esa semilla en ti?

-Era una idea que me había rondado siempre. Cuando estaba en Barcelona, ya pensaba que podría montar algo ‘así o asao’, pero nada concreto. Trabajando en Endanea, Mari Carmen, mi jefa, me animó a planteármelo en serio.

-¿Tu jefa te animó a irte?

-Así es. Ella siempre me decía: «Tú tienes que volar, salir, hacer lo tuyo». Y yo siempre estaba cagadita de miedo, claro. Un negocio son palabras mayores, pero entre los ánimos de todos decidí lanzarme.

-¡A cultivar tu propio jardín!

-Más o menos. Al principio fue todo un poco caótico. Tenía la idea de hacer algo con una compañera de Barcelona, pero al final se fue y me quedé sola. En ese momento, empecé como autónoma y busqué un espacio de co-working en el que poder trabajar y preparar mis presupuestos.

-Bendita informática. Los inicios, dicen, son siempre difíciles…

-Sí, era un poco lío porque no tenía un taller en el que trabajar. Intentaba organizarme siempre para hacer mis montajes directamente en la finca. Los novios de aquella época dirán que salió todo fenomenal, pero mi sensación era de desastre.

-¿Recuerdas los primeros clientes propios?

-La verdad es que no, porque tuve mucha suerte y clientes de Endanea me contactaron en cuanto me fui. Eso fue genial, pero los clientes siempre prefieren ver alguna muestra… Por eso busqué un local y me lancé a montar mi propio taller.

-Y aquí estás, en la calle Santiago.

-Así es, estoy aquí desde diciembre. Llevo muy poquito, pero estoy muy contenta.

-¿Cómo es tu día a día?

-Esto es un taller floral, así que, aunque tengo algunas plantas, trabajo por encargo. Puede ser para un evento, decoración para casa o una boda.

-Los ramos más bonitos: los tuyos.

-¿El ramo? ¡A veces hasta se les olvida el ramo! (Risas) Empezamos con las flores de la ceremonia, el arco, las sillas, la zona del candy bar, el comedor… Llega casi el día y no hemos hablado del ramo.

-Pronto llega la época de las flores, ¿cuál es tu preferida?

-Qué difícil. Va por temporada, no sólo hay flores bonitas en primavera. Me gusta mucho en invierno el enebro, por ejemplo. Pero si me preguntas por la primavera, mi favorita es la peonía.

-También te pedirán consejos…

-¡También! El mejor consejo es no tener miedo y, aunque parezca una locura, fijarse en qué piden las flores y las plantas. (Risas)

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